jueves, 18 de septiembre de 2008

Los dioses quieren sangre!

El pueblo de los mexicas es considerado un pueblo bárbaro y salvaje que sacrificaba a quien le diera la gana, ejercían su poder de controlar a las personas, incluido al derecho a la vida de estos, sin remordimiento alguno y muchos de sus códices y grabados nos muestran que estos actos muy sanguinarios. Pero los mexicas no hacia esto nada mas porque les gustaba ver sangre y en la gran mayoría de las ceremonias se sacrificaban prisioneros de guerra y no a los ciudadanos de Tenochtitlan, la capital del imperio.

La razón por la que lo mexicas realizaban estos sacrificios era para honrar el sacrificio de los dioses para crear el mundo y todo lo que habita y para revitalizarlos debían de ofrecerles sangre humana, esta práctica era ejercida a lo largo de toda mesoamérica pero los aztecas sobresalieron por los sacrificios realizados a Huitzilopochtli, dios de la guerra y uno de los más importantes para este pueblo.

(Sacrificio de un prisionero donde se le sacaba el corazón)

La práctica más común del sacrificio se realizaba en los templos, como el templo mayor en Tenochtitlan, al prisionero se le hacía subir hasta arriba y ahí era recibido por los sacerdotes, era despojado de sus prendas y colocado sobre una piedra plana de sacrificios y el sacerdote que encabezaba el ritual abría el pecho del afortunado y le extraía el corazón palpitante mostrándolo al pueblo, luego se decapitaba y destazaba el cuerpo el cual era arrojado por las escalinatas mientras estas se manchaban con la sangre roja del sacrificado.

(El cuerpo destazado era arrojado por las escalinatas)

Con este ritual se revitaliza a Huitzilopochtli quien según ellos repetía la escena de su nacimiento cada noche, donde Coyolxauhqui al creer que su madre Coatlicue estaba embarazada de forma impura organiza a los 400 sureños para ir a matarla, cuando llegan al lugar, huitzilopochtli nace y decapita a su hermana Coyolxauhqui cuyo cuerpo hecho pedazos rueda montaña abajo, y después le dio caza a cada uno de los 400 sureños. Este mito se representa como el paso de la noche al día donde Coyolxauhqui es la luna y los 400 sureños son las estrellas, al terminar con ellos Huitzilopochtli surge triunfante como el sol de un nuevo día. Por eso los aztecas debían apoyarlo en su lucha y sacrificaban grandes cantidades de prisioneros obtenidos de las guerras entre ellas las guerras floridas.

(Desmembramiento de Coyolxauhqui en el nacimiento de Hutzilopochtli)

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